
Hace mucho tiempo, no hacía más que disfrutar de contenidos de entretenimiento generalmente occidentales, me perdía entre películas y series de televisión. Ahora que lo pienso, siempre he tenido predilección por el cine antiguo, las comedias antiguas y las películas de nicho.
Probablemente influida por los buenos momentos vividos entre la infancia y la adolescencia con mis abuelos, donde nosotros, los nietos, nos embarcábamos en auténticas maratones cinematográficas con motivo de las fiestas navideñas. Pero, pasado ese tiempo, pronto comprendí que las propuestas «modernas» de la época ya no me interesaban.
Al crecer, busqué una alternativa, así que poco a poco empecé a ver películas japonesas y coreanas. Entre títulos desconocidos y géneros diferentes, elaboré una serie de listas interminables, que tachaba cada fin de semana en mi tiempo libre.
Y, al hojear las diferentes propuestas, vi por primera vez un género de entretenimiento que hasta entonces había omitido deliberadamente (porque me habían engañado los carteles con temática escolar, un error imperdonable). Desde ese preciso momento me acerqué a lo que comúnmente se conoce como drama (las series de televisión orientales), que actualmente parecen haber conquistado una gran aceptación, no solo en Europa, sino me atrevería a decir que a nivel mundial.
Puede que haya múltiples razones que hayan desencadenado este clamoroso interés, pero creo que la más acreditada reside en su componente psicológico y en su capacidad para atraer al público con una narrativa consistente y bien construida.
Los dramas, concretamente los k-dramas (coreanos), son los que han tenido más éxito en los últimos años, y no lo digo yo, sino una serie de «encuestas» sobre elecciones, preferencias y gustos personales relacionados con las series de televisión que se emiten desde hace algún tiempo.
La curiosidad por «lo diferente» está creciendo tanto que ha suscitado un profundo interés y, en consecuencia, algunos periódicos como Vanity Fair Italia, en el mes de noviembre del año en curso (2025), han aprovechado la oportunidad para publicar un artículo al respecto en el que recomiendan una serie de títulos que no hay que perderse, ya que se consideran los más vistos a nivel mundial y, por lo tanto, fácilmente accesibles.
Sin duda, podemos confirmar que los k-dramas, en comparación con otros, se han visto impulsados por una comercialización extrema gracias a fenómenos bastante conocidos de los últimos años, como Squid Game (especialmente en Italia) y el k-pop a nivel musical (global) BTS, Straykids, Blackpink (por citar solo algunos), han dado inicio a una pasión indiscutible por la cultura asiática y todo lo que la rodea. Esta explosión de interés mediático recuerda vagamente a lo que ocurrió con el efecto Hallyu, 한류 o «ola coreana», que contribuyó en gran medida a difundir la cultura coreana a nivel mundial.

Esta ola tuvo su origen alrededor de los años noventa y, además de llevar gloriosamente los fastos de la cultura coreana al mundo, también contribuyó a un impacto económico y geopolítico muy significativo, haciendo que Corea fuera más «accesible» y, por lo tanto, más visible que China y Japón, de los que Occidente ya tenía pleno conocimiento.
Lo que sorprende, pero quizás no tanto, es que cuando empiezas a apasionarte, se produce una reacción casi automática, por lo que empiezas a leer y documentarte, a preparar recetas o incluso a planificar viajes para visitar los lugares de tus ídolos o intentar «replicar» de alguna manera su estilo de vida.
La siguiente fase, que no sin razón podría considerarse una obsesión, parece ser una fase común a casi todos los seguidores de los dramas.
En general, el deseo y la curiosidad por adentrarse aún más en una cultura tan diferente a la propia viene dictado por el propio drama y su innegable poder de atracción.
Este fenómeno se ha amplificado mucho en Italia, empezando por los k-dramas (precisamente porque se publicitan en exceso), muchos aficionados, impulsados por la curiosidad y la necesidad de cambiar de contexto sin abandonar el género asiático, experimentan con dramas japoneses, chinos (actualmente los más buscados en la red) y taiwaneses (que, a pesar de estar traducidos en minoría hasta la fecha, parecen suscitar mucho interés).

Cada país aporta características específicas para diferenciarse, por ejemplo:
los dramas coreanos son conocidos por la calidad de su producción, a menudo rodados con tramas que van desde el romance hasta historias épicas, vidas dramáticamente complicadas, médicas o legales;

los dramas japoneses tienden a tener un tono más suave y reflexivo, con atención a la discreción emocional y al malestar interior o físico;

los dramas chinos presentan narrativas con una mezcla de elementos sociales, políticos y melodramáticos-criminales;
los dramas taiwaneses combinan el melodrama, un fuerte componente romántico y la atención a temas sociales importantes como la depresión, la rebelión, el abuso psicológico, los cambios extremos en la vida y la redención. Pero también tratan temas que todavía se consideran «atrevidos», como las relaciones afectivas entre hombres jóvenes.

Entre todos los aficionados existe la opinión común de que los dramas coreanos, japoneses, chinos o taiwaneses comparten la misma fuerza arrastradora, ese poder evocador capaz de suscitar intensos clímax emocionales a los que es difícil escapar.
Las bandas sonoras (OST original soundtrack), sugerentes, melancólicas o sentimentales, asociadas a una actuación muy expresiva y al uso de primeros planos como técnica principal para reforzar el poder narrativo, permiten al espectador vivir una continua montaña rusa de emociones, con la consiguiente implicación inmediata derivada de la conexión empática entre el personaje y el espectador.
En consecuencia, este vínculo encuentra su fuerza gracias a historias tan bien narradas que hacen que el espectador pueda identificarse con las vidas de los protagonistas.
El impacto emocional es notable, las tramas son siempre o casi siempre envolventes, con una estructura narrativa que se desarrolla en un crescendo, dando a conocer a cada personaje en toda su dimensión, analizándolo desde el punto de vista psicológico, caracterial y emocional.
No es casualidad que la trama, necesariamente fragmentada, continúe en una sucesión de diferentes episodios que oscilan orientativamente entre diez y cuarenta, pero que, sin embargo, encuentra una conclusión programada.
El espectador nunca tiene la molestia de tener que esperar «siglos» para ver cómo termina (recordemos que las series estadounidenses duran años), por lo que también es agradable de ver por el simple hecho de evitar pérdidas de tiempo innecesarias para llegar al tan ansiado final.
No hay que subestimar la importancia del escenario, que suele concentrarse en contextos urbanos que abarcan ciudades, barrios, pueblos y zonas que transmiten una sensación de normalidad y, por tanto, de vida cotidiana y auténtica.
Puedes encontrarte en un remoto y tranquilo pueblo costero o en medio del caos de la ciudad. Las posibilidades son innumerables, podemos afirmar que la ubicación es parte fundamental del drama en sí, ya que le da ese toque extra que nunca viene mal.
Así como es relevante el contexto en el que se desarrolla, que va desde el histórico de época hasta el contemporáneo, en definitiva, existen una serie de condiciones que hacen que un drama sea atractivo o no. Existen diferentes alternativas, todas ellas muy válidas, y solo depende de la elección de cada uno, que puede recurrir a un amplio panorama en constante actualización.
Además, una vez que se empieza, es complicado dejar de verlos por completo, ya que a menudo las historias tratan temas reales de la vida cotidiana, como la amistad, la carrera profesional, la salud, las preocupaciones de los padres, las vicisitudes escolares, etc. Todos ellos tratados con tal delicadeza que apelan a emociones a menudo fuertes y contradictorias, a veces incluso dramatizadas para que la historia, aunque en ocasiones cruda, sea soportable desde el punto de vista emocional y psicológico.
Algunos comparan el drama con un plato caliente y reconfortante que se come en los meses fríos, otros con un rompecabezas apasionante que te empuja a querer encontrar todas las piezas para llegar al tan esperado final, y hay quienes aman tanto a los personajes porque ven alguna similitud con su propia historia personal. Porque, en el fondo, los dramas influyen en nuestra visión del mundo mezclando ficción y realidad, despertando emociones fuertes que pueden abrir la mente, facilitar la apertura cultural,
cambiar puntos de vista y ofrecer nuevos modelos de comportamiento, influyendo así profundamente en cómo interpretamos y vivimos el mundo que nos rodea.
Desde el punto de vista «histórico», si retrocediéramos en el tiempo, descubriríamos que la primera información sobre una forma experimental de drama surgió alrededor de los años sesenta.
La KBS (televisión pública Korea Broadcasting) consolidó su emisión, consagrando este nuevo género televisivo.

En concreto, los k-dramas tuvieron su origen en lo que hace muchos años se consideraban telenovelas japonesas. Posteriormente, estas desarrollaron su peculiaridad, es decir, la de las miniseries tal y como las conocemos hoy en día, con un número determinado de episodios por temporada. Por lo tanto, con un principio y un final.
Sin embargo, incluso antes, en plena ocupación japonesa, se emitieron las primeras formas de radiodrama, que dieron inicio a la producción real de los actuales y que posteriormente tuvieron un enorme éxito también en China.
En el contexto europeo internacional, especialmente en Estados Unidos, donde la mayoría de las veces se nos ofrecen películas y series de televisión llenas de giros inesperados, ritmos trepidantes e historias surrealistas al límite de la realidad, sin generalizar, una buena parte de los dramas representan un mundo más reflexivo, auténtico, de crecimiento personal, que no deja de lado aspectos relevantes y valores como la lealtad, el respeto, todos ellos puntos firmes que, a pesar de las diferencias geográficas y lingüísticas objetivas, logran crear un vínculo cultural universal muy importante.
Desde un punto de vista global, su éxito viene dictado por la posibilidad de utilizar plataformas de streaming muy extendidas, por la necesidad de ver algo diferente a lo habitual y, como hemos visto, por la no menos importante fuerza de la comercialización del fenómeno en sí.

Además, el tan famoso algoritmo de cualquier plataforma de streaming sugiere nuevos dramas y ayuda al usuario a descubrir siempre otros nuevos, lo que contribuye a crear un ciclo continuo de implicación emocional. Por su parte, las barreras lingüísticas se han superado gracias al apoyo de los subtítulos multilingües. En conjunto, las plataformas han democratizado el acceso a los dramas asiáticos, ampliando enormemente la audiencia y cambiando las formas de consumo.
En lo que a mí respecta, cuando empecé a interesarme y a hablar de dramas, éramos pocos y todo este interés parecía lejano. A día de hoy, mi pequeña comunidad ha crecido considerablemente y veo que el intercambio sobre el tema está en plena expansión.
Pero, pensando en cómo empezó todo, admito que me guiaba un extraño prejuicio totalmente erróneo: creía que los dramas se centraban en su mayoría en historias adolescentes y escolares, por lo que, con esta convicción, siempre los evité deliberadamente, ya que no me identificaba con ese contexto ni siquiera imaginándolo, aunque en ese momento me encontraba precisamente en ese rango de edad.
En realidad, los dramas tienen una forma narrativa muy variada, se prestan a un público amplio con un rango de edad bastante amplio y ofrecen contenidos sociales, psicológicos, históricos, de fantasía y mucho más. En resumen, no hay excusas: cualquiera que sienta curiosidad y quiera probar alguno solo tiene que elegir.
Y, de hecho, la búsqueda y la elección de un drama son muy personales, desde el punto de vista psicológico crean una especie de adicción benigna, y los aficionados estamos bastante de acuerdo en que, una vez visto el primero, no podemos volver atrás, pasamos inmediatamente al siguiente. El poder tranquilizador de los dramas, donde todo se detiene por un momento, ofrece momentos de entretenimiento, reflexión, emoción y ligereza. Como un abrazo, un lugar seguro donde todos, sin límites de edad, son bienvenidos.
Así, es posible encontrarse con un consejo, un intercambio de opiniones sobre la búsqueda de un drama recién estrenado y, entre una cosa y otra, surgen anécdotas de nietos que han descubierto este «nuevo mundo» a sus abuelas, madres que, a su vez, después de acompañar a sus hijos a conciertos de k-pop, han comenzado a interesarse por él.
Se crea cohesión y una bonita comunidad sólida, consagrada por la creación de páginas y grupos donde todos pueden expresar y compartir diversas experiencias sobre la visión, el aprecio o no. Se crean comparaciones, puntos de vista diferentes, reflexiones, sugerencias, y esto es suficiente para poner en marcha algo importante y siempre disponible.
No me parece exagerado afirmar que los dramas tienen, en la medida de lo posible, también un poder educativo. Temas como el acoso escolar, la desigualdad, las injusticias y las dificultades a las que se enfrentan los mortales comunes en la vida cotidiana forman parte de muchas de estas narrativas y es posible encontrarse en una especie de refugio emocional, que empuja al espectador a reflexionar sobre la sociedad en general y sobre lo que esta a veces ha producido también de forma negativa.
En definitiva, quienes aún se muestran escépticos, quienes tienen una idea prejuiciosa como la que yo tenía al principio y quienes tienen intención de probar algo diferente, nuevo y bien hecho que se aleje de la narrativa habitual a la que estamos acostumbrados, no tienen excusa. La red está llena de sugerencias y propuestas válidas que estoy segura de que también os convencerán, así que empezad y no os arrepentiréis, ¡será un viaje increíble!
A continuación les dejo algunos títulos (internacionales) solo para empezar, ¡el resto depende de ustedes! :-)
Go Ahead
Yong-Jiu Grocery Store
The Good Bad Mother
Our Blues
My Dearest
War of Prosecutors
Goblin
Silent
My Mister
Meet Yourself
My Unfamiliar Family
My Dearest
Something In The Rain
When Life Gives You Tangerines
Our Movie
Road Home
Last Princess